"Se le acercaban todos los publicanos y pecadores para oírle. Pero los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este recibe a los pecadores y come con ellos. Entonces les propuso esta parábola: ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se perdió hasta encontrarla? Y, cuando la encuentra, la pone sobre sus hombros gozoso, y, al llegar a casa, convoca a los amigos y vecinos y les dice: Alegraos conmigo, porque he encontrado la oveja que se me perdió. Os digo que, del mismo modo, habrá en el Cielo mayor alegría por un pecador que hace penitencia que por noventa y nueve justos que no la necesitan"(Lc)
En la enseñanza del reino, Jesús insiste en la necesidad de la fe y del buen uso de la libertad. También en el premio y el castigo. Pero quedaría incompleta la riqueza del reino, si no se mostrase también como un reino de misericordia y perdón. La enseñanza de Jesús sobre el perdón es constante en toda su vida.
La alegría que le producen los noventa y nueve justos -la mayoría- no parece suficiente al buen pastor, que piensa en el que está perdido, y –después de dejar seguros a los fieles- busca al extraviado. Nadie es indiferente al Señor; cada uno vale mucho a sus ojos; le duele la situación del perdido; sufre y quiere salvarle y se alegra con todos cuando lo ha recuperado. El perdón tiene el rostro de la alegría por los que vuelven al redil seguro y reconfortante.
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